«Trabajad no por el alimento
que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que
os dará el Hijo del Hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre Dios»
(Jn 6, 27)
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«Yo
soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá
para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
(Jn 6, 51)
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«Si no coméis la carne
del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros»
(Jn 6, 53)
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«El que como mi carne y
bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día»
(Jn 6, 54)
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«El que come mi carne y
bebe mi sangre habita en mí y yo en él»
(Jn 6, 56)
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«Yo he venido para que tengan
vida y la tengan abundante»
(Jn 10, 10)
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Mientras comían, tomó el pan y, pronunciando la
bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunciando la
acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi
sangre de la alianza, que es derramada por muchos».
(Mc 14, 22-24)
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Quien come y bebe sin discernir
el cuerpo come y bebe su condenación.
(1Cor 11, 27)
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Este sacramento contiene todo
el misterio de nuestra salvación; por eso se celebra con mayor
solemnidad que los demás.
(Santo Tomás de Aquino)
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Es el sacramento de la pasión
del Señor y de nuestra redención.
(Tertuliano)
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Conocéis vosotros, los que
soléis asistir a los divinos misterios, cómo cuando recibís el cuerpo
del Señor lo guardáis con toda cautela y veneración, para que no se
caiga ni un poco de él, ni desaparezca algo del don consagrado. pues os
creéis reos, y rectamente por cierto, si se pierde algo por negligencia.
(Orígenes)
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Tenemos con nosotros el «pan de
los peregrinos, el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, que
se nos ofrece como fuente inagotable, para sacar de ella fuerza,
serenidad, confianza en cada momento de la existencia»
(San Juan
Pablo II)
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La Iglesia católica rinde culto
latéutrico al Sacramento Eucarístico, no sólo durante la Misa, sino
también fuera de la celebración, conservando con la máxima diligencia
las hostias consagradas, presentándolas a la solemne veneración de los
fieles cristianos, llevándolas en procesión con alegría de la multitud
del pueblo cristiano.
(Pablo VI)
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¡María!
La gran intercesora.
Ayer en el Evangelio.
Hoy en el Sagrario.
Siempre en la eternidad.
(Beato Manuel González) |
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